Ir al contenido principal

Gol de oro: pasión de multitudes.Por Jorge Cáceres en Critica.cl


Gol de oro: pasión de multitudes.

por 
Artículo publicado el 22/02/2019

“Y roban la pelota por la extrema derecha
Atentos al remate, que va directo a puerta”
(La Polla Records)

Resumen: El ensayo analiza la novela de Nibaldo Acero Gol de oro(2017). Se propone que, por un lado, la novela configura una crítica profunda a la política del consenso implementada en el Chile posdictatorial, mientras que, por otro, aboga por el restablecimiento de los antagonismos políticos en el Chile actual. Para construir este relato, la novela conecta los enfrentamientos entre agentes y opositores a la dictadura militar de Pinochet, simbolizados a través del partido de despedida de Carlos Caszely en 1985, con los movimientos sociales emergidos en Chile durante las dos últimas décadas, los que se interpretan como una posibilidad de romper el consenso del “partido de fútbol” para convertirlo en una “pichanga”.
Palabras clave: Consenso, antagonismo, pichanga, multitud.

En un texto publicado hace unos pocos años, “La copertenencia de literatura y destrucción en América Latina”, Sergio Villalobos-Ruminott terminaba abogando por la restitución de las posibilidades de la imaginación literaria, como una manera de dislocar las jerarquías, las instituciones y las convenciones, y de construir alternativas a la violencia neoliberal. Cito algunas de las palabras finales del ensayo: “Imaginar, tarea definitoria de la literatura, es, por antonomasia, fabular la posibilidad de un pueblo otro, de bárbaros que azotarán, al amanecer y premunidos de una ardiente paciencia, la cómoda ciudad burguesa universitaria”. Me parece que Gol de oro (Los Perros Románticos, 2017) es una novela que recoge el guante tirado por Villalobos-Ruminott, o, mejor dicho, que no tiene miedo de chutear la pelota que el crítico deja rebotando.
Porque lo que la novela articula es precisamente la posibilidad de construir un “pueblo otro”. Y lo hace, a mi parecer, de la siguiente forma: consumando duelos pendientes, por un lado, para así escapar de la melancolía (Avelar); y transfigurando partidos arreglados en una pichanga de vida o muerte, por otro, de manera de romper con la ley del empate. Todo esto se da, podría decirse muy esquemáticamente, en niveles macro y micro. El primer partido que se juega, o el primer partido que el narrador rememora, más bien, es el que enfrenta a los agentes civiles y militares de la dictadura y a sus opositores durante la década de 1980. Se trata de un antagonismo social y político que el narrador vehiculiza a través de una metáfora futbolística, y que implica dejar de dolerse por el proyecto socialista truncado y luchar por levantar uno nuevo, aunque sin caer en la desmemoria: “¡Un equipo de rojo que mira sus heridas y se siente un equipo grande! Ojalá que estas heridas siempre nos acompañen” (42).
Y no es casual que la ocasión del partido sea la despedida de Carlos Caszely en 1985. El rey del metro cuadrado opera como un verdadero significante vacío (Laclau) capaz de unificar en torno a sí al “pueblo chileno”, a esa población contraria a la dictadura: “¡Cuánto puede Caszely unir al pueblo chileno, y recuperar los sueños que se comenzaban a oxidar en el camarín! ¡Cuánto puede el fútbol hacer de nosotros mejores personas! Más valientes y solidarias. ¡Ceacheíiiii…!” (42); “¡El pueblo unido, jamás será vencido! ¡Caszely, amigo, el pueblo está contigo!” (44). Por otra parte, la recta final del partido se identifica con diversos sucesos políticos acontecidos durante los años 80. El minuto 85 es el minuto del gol de Jaime Guzmán, que pone en ventaja al equipo blanco. Es el gol de la dictadura, uno de los goles más largos de la historia de Chile, un gol constitucional y neoliberal que sigue contando en el marcador. El minuto 86 es el minuto de la esperanza, el minuto en que el FPMR atenta contra Pinochet y en el que Cecilia Magni estrella el tiro en el travesaño: “¡La comandante hace temblar el travesaño con un furibundo misil! ¡Casi bota el arco! ¡Caaaasi! ¡Caaaasi! Esta ha sido la jugada más peligrosa de este segundo tiempo, ¡la más bella! ¡Cómo hubiese cambiado la historia del partido si la pelota hubiera traspasado la línea del arco! ¡Si la valla de la Serpiente hubiese caído!” (37). El minuto 88, el del plebiscito, es el minuto del empate del equipo rojo, obra de Gladys Marín. Y el minuto 90 es el minuto fatal. El minuto en que se acaba el antagonismo y se instala el consenso, la ley del empate, la pospolítica (Mouffe):
Sacan a Alsina de la banca y en pleno partido instalan a Enrique Correa como nuevo Director Técnico, y para hacerla completa, también salen Caszely, Bañados, Sola Sierra, Rosario Rojas y la todocampista Gladys Marín. ¡Prácticamente todo el equipo! El único que va quedando en cancha es Ricardo Lagos. Señoras y señores, los que han hecho todo el gasto ni siquiera salen para los aplausos, ¡y los sacan precisamente cuando estaban mejor jugando! Cuando dominaban el partido. Son reemplazados por nombres que no teníamos en las cartillas, ni en las estadísticas… ¡ni en pelea de perros los habíamos visto! Entran Aylwin, Krauss y un par de chupamates de apellido Zaldívar. ¡Y se vienen otros! […] ¿Pero qué se trae esta nueva forma de jugar? No dejan de tocárselas unos a otros, ¡incluso en su misma área! Pero qué deprimente espectáculo estamos viendo. Estábamos a un paso de conseguir la gloria, cuando nos cambian las reglas del juego. ¡Si hasta dan pases para que el equipo contrario también juegue! ¡Insólito! ¡Esto ya no es fútbol! Discúlpenme, queridos fanáticos del deporte rey, ¿dónde se ha visto un partido en el que ambos equipos quieran empatar? (46-48).
Si la política se vuelve pospolítica con la llegada de los 90, el partido se vuelve pospartido. No me refiero al querido tercer tiempo, lamentablemente, sino a la mantención del empate, con el que, supuestamente, todos ganamos y nadie pierde. Igualdad absoluta y permanente, la alegría que ya viene. Sin embargo, aquí es donde la novela propone un giro. Si el resultado ya está arreglado y el partido se desarrolla en un “acordado circuito” (49), la única manera de romper con esta “política de la transacción” (Richard) es jugar otro partido y en otra cancha, desbordar los límites del consenso. Por eso es que un nuevo partido pasa a desarrollarse fuera del Estadio Nacional, en plena calle. Y es nada menos que Sócrates quien expulsa el balón hacia Avenida Grecia, movido por el mismo ímpetu democrático que antaño había materializado en el Corinthians. El relato apasionado de Vladimiro Mimica -a quien el narrador cede la palabra en casi toda la primera parte- describe así este momento: “Queridos radioescuchas, ya está dicho, jurado y sacramentado: jugaremos los descuentos que no dará el árbitro, fuera del estadio. ¡Sí!, fuera del coliseo de Ñuñoa, y de todo estadio que se precie de tal. Otro partido se jugará más allá de estas graderías rojas sangre y verdes prado, un partido de verdad” (50). Es en este momento cuando el partido deviene pichanga, cuando el pueblo civilizado por el hábito del consenso se transfigura en una multitud bárbara que no teme al desacuerdo ni al antagonismo.
Y es también la hora de los “des-cuentos”, título precisamente de la segunda parte de la novela. La hora de des-contar, de deconstruir las historias y los partidos que marcaron crudamente la infancia dictatorial y la adultez democrática. En este “walkover o pequeña autobiografía futbolística”, el narrador vuelve a su juventud del 2000, pero sobre todo a su infancia de los años los años 80. Rememora sus periodos en el Unión Palermo y luego en el Santa Gabriela, y su paso por la escuela de los jesuitas en Talagante. La historia se localiza en un espacio periférico, pero en el que, con y sin tapujos, se ejercieron relaciones de poder geográficamente ubicuas: hostigamiento policial, abuso laboral, acoso escolar, violencia sexual. Como dice el narrador, se trató de una etapa “al servicio de la sobrevivencia y no de la vida” (74). Claro que en este partido los adversarios más desalmados no fueron las grandes figuras militares y civiles, sino seres cercanos (tíos, primos, amigos, vecinos) que triunfaron en la cancha del abuso infantil o que después apostaron al empate del olvido: “Poco a poco y hasta bien adulto, fui conociendo de parte de algunos pocos familiares esos secretillos tan bien resguardados en el baúl de los recuerdos, esos deslices que no dejan de lanzar el balón fuera del campo de juego, de esconder la pelota, de dominarla solo a través de rabonas. Siempre haciendo tiempo. Siempre. Secretillos que son las finas terminaciones de toda familia chilena bien constituida, los códigos de un camarín hediondo a meados” (76-77).
El abuso hizo que la vida de estos niños se volviera una contienda muy desigual, un partido de grandes a chicos que a estos últimos les sería, y les fue, imposible ganar. Y a esto hay que sumar el terror por los allanamientos prosaicos de los milicos y la CNI, ante los cuales madre e hijo debieron enterrar la poesía resistente. Estas derrotas tuvieron como consecuencia que el “proyecto final y fascinante” de estos niños consistiera en “saber dónde diablos estaba uno parado” (78). Proyectos personales, colectivos y políticos a la vez, porque saber dónde uno está parado implica reconocer las posiciones de los equipos en el campo de juego, para así voltearlo a nuestro favor y redistribuir esos lugares (Rancière). Y por otro lado, implica consumar el duelo por “los niños que debimos haber sido, niños que jamás volveremos a ser y que demasiadas veces, no fuimos”, y dejar aflorar, entonces, “nuestra rabia, históricamente contenida. Peligrosamente herida” (87). Rabia reprimida que tendrá oportunidad de liberarse en la pichanga multitudinaria, a la que estos “niños que no fueron” se articularán como víctimas también de la fuerza dictatorial y del consenso democrático: “porque nos parieron los milicos, pero nos castraron los retornados” (78).
La tercera parte de la novela, “Alargue. Gol de oro”, retoma la pichanga iniciada en 1985 y la alarga treinta años en el tiempo, hacia un presente sobresaturado de descontento y de movilizaciones sociales centrífugas. Por eso a la pichanga se van sumando más y nuevos actores. Entra a jugar una estudiante de liceo público y un niño del SENAME; obreros, hinchas y jugadores subcontratados; también mapuches y patagones; mineros, putas, cascos blancos; Nelson Quichillao, los fantasmas del salitre, gente de Arica y Parinacota, obreras e inmigrantes. Lo que se va conformando es una multitud, un cuerpo abierto, expansivo, común y continuo (Beasley-Murray). Es el pueblo vuelto multitud, el pueblo descreído del consenso y la representación, que horizontaliza las relaciones, reconoce las diferencias y asume que no puede confiar su felicidad a terceros: “[…] la multitud con los pies manchados intenta vocear un himno, pero son tantos los cánticos y tan distintos, que se hace un eco aterrador y extrañamente de placer en el espacio. Una capacidad de rebeldía que me para los pelos, el pene, la faringe…” (110). Por eso la multitud no se aviene con el partido, sino que sólo sabe jugar pichangas. Es el único formato que se ajusta a su constitución: “[u]na pichanga es infinita, no hay márgenes ni reglas más allá de las básicas […]. No hay un mínimo ni un máximo de jugadores, tampoco restricción de sexos ni de edades ni de razas. ¡La condición socioeconómica tampoco tiene pito que tocar aquí! […]. El único reglamento es el caos, la diversidad que puede hacer mierda al más tolerante…” (116). La pichanga, y no el fútbol, es la pasión de multitudes.
Pues bien, al tiempo que la multitud crece, la pichanga avanza por las calles de Santiago hasta tomar la Ruta 68 y enfilar hacia Valparaíso. Las cosas se complican un poco cuando los balones se metamorfosean en cabezas de empresarios y políticos derechistas y/o neoliberales (Edwards, Errázuriz, Novoa, Correa, Matte), pero el sabio consejo futbolero salva de caer en su juego: “¡No le crea, no le crea! Nos arengan desde una arruinada casa: juegue, juegue, ¡todo es cancha…!” (112). El enfrentamiento final tiene lugar en la sede del Congreso Nacional. Allí se encuentran, de un lado, los servidores públicos, que defienden el gran arco del consenso, y del otro, los “miles con la mente fría y el corazón caliente […] ¡con las bolas y los ovarios hinchados!” (115), que quieren romper con la ficción del empate democrático, porque saben que en ese juego ganan sólo algunos, y no ellos, nosotros, justamente.
La novela deja el enfrentamiento abierto, como abierta continúa la pichanga en las calles chilenas -al igual que en muchas otras partes- y como abierta sigue la disputa con quienes sólo aceptan jugar partidos (y de local, obviamente). Desde hace unos quince años que el “pueblo chileno” viene peleando por convertirse en un “pueblo otro”, sin temor a (re)establecer antagonismos y sin temor a reconocer heterogeneidades. Las movilizaciones estudiantiles de 2006 y 2011, el mayo feminista de 2018, las luchas territoriales indígenas (que hace muy poco sumaron un nuevo asesinado, Camilo Catrillanca), son sólo algunos ejemplos. Pero hay que estar atentos, atentas y atentes, porque los antagonismos implican enemigos, y a veces algunos que crecen muy rápidamente, multitudinariamente incluso. Ya hemos visto cómo los movimientos migratorios han reflotado ideologías nazionalistas, cómo las luchas antipatriarcales han despertado reacciones (ultra)conservadoras, cómo las demandas estudiantiles se quieren reprimir en una “(j)aula segura”, cómo las identidades de género se tergiversan en “ideología de género”. Stuart Hall ya lo advirtió hace más de dos décadas: “Lo último que queda por hacer es interpretar que la dialéctica cultural ha terminado”. Sólo hay que precaver que en esta pichanga dialéctica no roben la pelota por la extrema derecha, porque ese remate, a no dudarlo, irá directo a puerta.

Bibliografía
Acero, Nibaldo. Gol de oro. Santiago: Los Perros Románticos, 2017.
Avelar, Idelber. Alegorías de la derrota: la ficción postdictatorial y el trabajo del duelo. Santiago: Editorial Cuarto Propio, 2000.
Beasley-Murray, Jon. Poshegemonía. Teoría política y América Latina. Trad. Fermín Rodríguez. Buenos Aires: Paidós, 2010.
Hall, Stuart. “What is This “Black” in Black Popular Culture?”. Social Justice 20.1/2 (51-52), Rethinking Race (1993): 104-114.
Laclau, Ernesto. Hegemonía y antagonismo: el imposible fin de lo político (Conferencias de Ernesto Laclau en Chile, 1997). Santiago: Editorial Cuarto Propio, 2002.
Mouffe, Chantal. En torno a lo político. Buenos Aires: Fondo de. Cultura Económica, 2007.
Rancière, Jacques. El reparto de lo sensible. Estética y política. Santiago: LOM Ediciones, 2009.
Richard, Nelly. Residuos y metáforas (ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la transición). Santiago: Editorial Cuarto Propio, 1998.
Villalobos-Ruminott, Sergio. “La copertenencia de literatura y destrucción en América Latina”. En línea:

Jorge Cáceres
Chile

Jorge Cáceres Riquelme.
Chileno. Profesor de Estado en Castellano (USACH), Magíster en Literatura Hispanoamericana y Chilena (USACH) y Doctor en Literatura (PUCV).
Sus líneas de investigación son la literatura colonial chilena del siglo XVIII, con especial foco en la poesía y en el pensamiento de la Ilustración, y la teoría cultural y política, además de examinar los posibles cruces entre ambas líneas.
En el marco de estas mismas líneas, ha publicado y editado libros, artículos y traducciones, entre los que destacan:
Ideas secundarias. Relecturas, vi(a)gencias y proyecciones (2019,editor); “Si la razón es verdadera, ¿para qué sirven el ejemplo y la autoridad?”. Ilustración y conciencia crítica en dos textos del criollo Miguel de Lastarria” (2018); “Republicanismo bíblico independentista. El caso de la “instrucción” de Antonio Berney (Santiago, 1780-1781)” (2017); “Poesía colonial chilena de los siglos XVIII y XIX: preceptiva, traducción y creación” (2017); y Vestigio y especulación.
Textos enunciados, inacabados y perdidos de la literatura chilena (2014, coeditor).
Actualmente es investigador responsable del proyecto “Poesía de letrados y subalternos en el Reino de Chile, siglos XVIII y XIX” (Universidad Andrés Bello, 2018-2019).

Contacto: jorgecaceresr@gmail.com


Entrada Original: Critica.cl

Comentarios

Entradas más populares de este blog

¡Liberamos "La anarquía explicada a los niños" y " Tierras altas de Mato Grosso"!

Como editorial no nos quedamos ajenos a la contingencia y hemos decidido liberar dos libros para su descarga gratuita, los libros son como ventanas si no puedes salir de casa mira a través de ellos. LA ANARQUÍA EXPLICADA A LOS NIÑOS Autor: José Antonio Emmanuel – Tania Ramírez Páginas: 56 Formato: Tapa Blanda Dimensiones: 15 x 21 cm Cód. de barras: 9789569594076 ISBN: 978-956-9594-07-6 Reseña: El libro repasa el significado de la anarquía, los caminos para llegar a ella y una serie de valores ácratas –más vigentes que nunca-. Editorial Los Perros Románticos publica por tercera vez la obra “La Anarquía explicada a los niños” (1931-Barcelona, España) de José Antonio Emmanuel. En esta edición, el texto va acompañado por las ilustraciones de Tania Ramírez, Chile. Nuevas formas de pensar el mundo a través de palabras e imágenes. Ideal para niños, niñas, adultos y para todos. DESCARGAR TIERRAS ALTAS DEL MATO GROSSO Reseña: Armando Salgado (Uruapan, Mi

La liquidez de los sentimientos - sobre Cuando los hijos duermen por Juan Pablo Sutherland

La liquidez de los sentimientos Sobre Cuando los hijos duermen ,   de Juan Carlos Cortázar   Juan Pablo Sutherland   La novela de Juan Carlos Cortázar arma una narración que juega a una poética del espacio, donde los personajes se mueven espectralmente marcando un mundo íntimo a través de lugares que connotan un devenir afectivo. Lima, Virginia, polos espaciales que juegan a un eterno retorno. Un paisaje masculino donde Adrián y su hijo Lucas presentan cierto eje que va dando cuenta de un modo de ser familiar, de habitar la familia, un espacio profesional-burgués que se vuelve opaco en sus redes no dichas. Hay un espejeo que hace que esta novela tenga un juego especular, no expresado; la elipsis sería su figura retórica por excelencia. César del otro lado, su hija en el mismo colegio que Lucas, los dos hombres unidos por una epistemología del closet, donde todo aparecerá cifrado. Si me preguntaran quien es el personaje central de esta novela no diría que es Adrián, diría má

ENTREVISTA ENCONTRADA en El Irreverente por Marcelo Arce Garín

ENTREVISTA ENCONTRADA, cartas de Pablo Vergara Toledo Francisco Miranda Editorial Los Perros Románticos, 2018 Por Marcelo Arce Garín  .. .. .. .. Amigo puede ser quien bien repara en la musa o engendro que yo aporte amigo, sí, es también quien me soporte pero amigo mayor es quien me ampara. Silvio Rodríguez Este breve, intenso y sincero libro de sopetón nos aclara que esta entrevista nunca fue, un relato compuesto de trozos de las misivas enviadas por Pablo a Manuel Vergara y Luisa Toledo, sus padres. Con el corazón marchito y rabioso, lejos de su amada Villa Francia y con la bilis hirviendo ante el asesinato de sus hermanos Eduardo y Rafael trata de articular su mirada valiente e incisiva. El autor, Francisco Miranda, tal como lo detalla en la  Despedida  (página 29) busca aquí levantar la figura de este revolucionario, descubrir al hombre nuevo y recuperar la fe en un Chile distinto que requiere cambios profundos y radicales creando un diálogo coherente y