Por
Francisco Véjar
Con Mover el agua, libro de poemas, publicado por estos días en la casa
editora Los Perros Románticos, Camila Fadda Gacitúa (Santiago, 1969), se sitúa
desde un lugar de excelencia en la poesía chilena actual. Aquí no nos
encontramos con discursos mesiánicos o épicas ruinosas. Su voz no es impostada,
fluye. Lo que hay aquí es poesía, donde cada verso suyo es “mudo y papable /
como una fruta redonda”, como diría acertadamente el poeta norteamericano
Archibal MacLeish.
En 56 páginas, Camila logra asir lo
que ya no se puede capturar. Aquello que no alcanzamos a pronunciar o susurrar.
Pero que sí se puede escribir en el agua. Son instantes de flujo, reflujo y
trazos, no exentos de luces y sombras. Es válido destacar, además, su artesanía
del verso, es decir, el trabajo de pulir cada texto hasta llegar a la palabra
exacta de su expresión poética. Un ejemplo, de ese estado de ánimo, es su poema
que lleva por título “REFLEJO”. Allí escribe: “Yo eres un ave que no me canta /
tú soy el alpiste en el comedero / Yo eres rocío de la mañana / tu soy la
hierba que lo recibo / yo eres esa imagen en el agua / tu soy yo que te
reflejas”. Hay cierta visión panteísta que se hace patente en esta lírica que no
contempla lo urbano.
“Las imágenes poéticas tienen,
también ellas, una materia”, escribió el filósofo y crítico francés, Gaston
Bachelard, en su célebre ensayo, titulado El
agua y los sueños, y en el caso de Camila, la hay y a ratos surge hasta una
metafísica del agua, pues su significado final, lo tenemos que intuir y
trasciende lo cotidiano. En “GOTAS”, apunta: “persigo atenta y de memoria / la
interacción de la ruta de la gota / cuento el segundo del minuto / de la hora
de la noche / de esta noche / y de ésta lo oscuro / y de éste lo abstracto / y
de éste el silencio”. La poesía de Camila Fadda es una emoción para ser
recordada en la tranquilidad.
Elvira Hernández, reconocida poeta, escribió
acerca de este volumen, las siguientes palabras: “Si le suspendemos, un poco, a
la palabra “agua” sus referencias más próximas, que a esta hora son tabú, y
asimilamos a su materialidad líquida el lenguaje, veremos y observaremos
también cuánto corren y recorren estos fluidos, nuevamente juntos: en las
formas que adoptan y la experiencia que traslucen –que son muchas entre la
orilla de la que aparece escribiendo y esa otra orilla a la que llega (¿espuma,
onda, ritmo?) donde se lee. Camila Fadda, su autora, influye en el proceso de
escritura, lo que es el encantamiento”. Hay textos notables como “MAGNOLIOS” o
“REMANSO”. Esta es una poesía que corre como un manantial de aguas mansas, done
logra un sello personal.
En “MATRIZ”, anota: “Quietud y
silencio y agua / sin arribo sin abajo / sin vértigo ni gravedad. / Nada que se
mantuviera erguido / nada que se desmoronara. / Ni frío ni calor ni hambre ni
sed. / Sólo / líquido y latido”.
Anteriormente, Camila publicó Cauce (2013). Mover el agua es su segundo libro y viene a ser un respirar en paz,
con imágenes que a nadie dejará impávido.
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