El primer quiebre es un deslumbramiento, un descubrimiento de que las estructuras establecidas siempre tienen no uno, sino que muchos puntos de fuga, y que es en ellos donde se produce mayor impacto».
La frontera del pensamiento de Carlos Cociña (Concepción, 1950) está constantemente expandiéndose. Poeta, químico, pensador, su patrimonio es de un valor que rehúye a clasificaciones. Ha publicado, entre otros libros, Aguas servidas (1981), Tres canciones (1992) y Plagio del afecto (2010). Su obra también incluye un proyecto online, Poesía Cero (www.poesiacero.cl), que nace con la audacia conceptual que le caracteriza. Allí se encuentran A veces cubierto por las aguas (2003) y 71(setenta y uno) (2004), poemas que se leen de forma azarosa y adquieren nuevas significaciones cada vez.
Conversamos con él a propósito del lanzamiento de Derecho al Olvido (2021), última publicación de Los Perros Románticos, en donde Octavio Gallardo manipula lúcidamente textos inéditos del autor y los rearticula en una no-ficción de carácter contemporáneo. Esta manifestación híbrida de literatura, compuesta por múltiples fragmentos que se mimetizan con notas científicas o periodísticas, se convierte en una especie de mamushka, que invita a explorar y, por sobre todo, a pensar ampliamente en el ejercicio realizado. Escrita a cuadros, sin principio ni final, el libro escapa a la lógica aristotélica sin pretensiones estéticas, sino más bien interpelando al lector a realizar nuevas interpretaciones.
Asimismo, revisamos algunos aspectos de su procedimiento creativo que por décadas ha operado como testimonio del carácter único de la tradición poética de Chile. Se instala al otro lado del teléfono con el particular peso de su voz, y una cerebral forma de conversar, solemne.
A ojos de muchos eres un vanguardista, ¿Cuál es tu relación con tal concepto?
Me produce ciertas dudas. En el caso de las artes, y en específico de la literatura, siempre se está buscando pensar la forma en que se abordan los procesos. Hay momentos en que se tensiona más, pero constantemente existe esa tensión, porque si no te dedicarías únicamente a repetir aquello que está hecho, y aquello que está hecho no produce nuevas visiones. El arte siempre está buscando una visión de lo que sucede un poco no de acuerdo con lo que está establecido.
¿Cuál consideras que ha sido el elemento que mantiene fresca tu obra?
El atractivo tiene que ver con mantenerse en una búsqueda constante. Eso es bastante connatural a la gente joven y luego se tiende a perder. Pero hay algunas personas —
autores— que no perdemos esa preocupación, entonces es una actitud, de estar buscando caminos distintos, visiones que sean diferentes. Es cosa de mirar la historia de la literatura: no es raro que las obras más importantes, «las que no jubilan», son aquellas que no aceptan entrar al cánon.
Actualmente prima en tu trabajo ¿Experiencia o experimentación?
Lo único que tú aprendes con la experiencia, es que te puedes volver a equivocar. Experimentar, por su parte, es simplemente estar atento. No es buscar necesariamente la experimentación, sino que estar atento a las condiciones que están produciendo las cosas, y ver la posibilidad de no aplicar siempre el mismo paradigma. Los paradigmas son necesarios, pero su mayor atractivo está en el límite de estos. Eso ocurre en muchas formas de pensamientos: en la ciencia, por ejemplo, siempre se está buscando el límite, pero porque nunca esos límites limitan, sino que, todo lo contrario, te dan la posibilidad de expandirte.
¿Hay cabida para el juego en tu construcción creativa?
Sí, sí hay cabida para el juego. Porque el juego tiene que ver con no tomarse en serio, no anquilosarse. Fundamentalmente en ese sentido: el placer de hacer algo sin pensar en el fin práctico que tiene. Tiene que ver con instalarse lo más plenamente posible en el momento. No funciona con sacarse una selfie y decir «¡Ay, que bonito! Pa’ recordar esto», no. No lo recuerdes, vívelo.
Tú le quitas solemnidad al concepto de autor, te han llamado incluso «autor invisible» por este ánimo de desmarcarte del rótulo…
Lo que tengo claro es que todo lo que yo hago en términos de escritura, siempre está referido a experiencias, y en el caso de la literatura, a cosas que escucho, que veo y están instaladas desde otros. Lo único que uno hace como autor, es operar sobre elementos que ya están. Donde se produce el cambio es en el tipo de relaciones que estableces, pero uno no crea nada, las cosas están dadas. Y al estar dadas, la forma de hacer algo propio es cómo operas con ello. Entonces, mi propia escritura está alimentada de muchas autorías diferentes, y luego, posiblemente, cuando alguien se enfrente a ella, va a instalarla en otras nuevas situaciones, ¿sí? Te pongo un ejemplo, el intérprete es quien hace que suene la música… pero ¿cómo ocurre esa música? No parte de cero, el intérprete la hace sin negar que existe una partitura. Y después, esa música que emerge va a ser un elemento más de otra partitura aún más grande.
¿Y en lo que refiere a la naturaleza autoral de Derecho al Olvido?
La edición del libro la hizo Los perros Románticos e interviene muy fuertemente Emerson Pérez, el editor. Ahora, cuando a mí me dicen «oye, ¿qué pasa con la autoría?» El autor de esto es Gallardo, es Octavio. Evidentemente yo no puedo negar que esos textos son míos, pero primero se ha trabajado sobre ellos, y luego se ha llegado a esta interpretación.
¿Cuál es tu mirada de la propiedad intelectual?
El título de propiedad me empieza a preocupar. El reconocimiento de los antecedentes yo creo que es clave. O sea, tú tienes necesariamente que, por honestidad, reconocer cuáles son los antecedentes sobre los cuales estás trabajando, ¿sí? Y si en algún momento quieres citar textualmente, tienes que, evidentemente, dar cuenta de eso. Pero fundamentalmente, más que la propiedad intelectual, me interesa cuáles son las fuentes sobre las cuales estás trabajando. Son ellas las que tienen que ser referidas lo más claramente posible. Propiedad intelectual, es como: «tú no puedes hacer uso de la lengua», pero nosotros trabajamos con la lengua, ¿no? Es más, cuando tú incorporas determinadas frases o expresiones, las dices hasta el punto de que desconoces dónde las escuchaste, dónde las leíste o dónde las viste, ¿cierto?… se pierde la fuente naturalmente. Pero el apropiarse maliciosamente del otro, ahí es donde está el problema, cuando pretendes engañar. Porque en ese caso, te estás apropiando de algo que pertenece a todos ¿Me explico?
Derecho al Olvido es una provocación en sí misma, ¿O simplemente un efecto que se desprende de su atrevimiento?
Es un efecto, claramente. No tiene que ver con provocar, sino con instalarse en lugares que no son cómodos, y que tampoco son cómodos para el que los hace. Tiene que ver con eso: no quedarse pegado en algo cuando todo se mueve.
Entrada Original: Palabra Quebrada
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